Sillar

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ARQUITECTURA VERNÁCULA DEL NORESTE DE MÉXICO

Añoranza de las casas de sillar

Entre las añoranzas de lo perdido tengo el dulce recuerdo de las casas del viejo Monterrey, con sus paredes de sillar y altísimos cielos, y sus puertas disfrazadas de ventanas. El olor a tierra húmeda y la sensación de frescor aún en los días más calientes. Un ejemplo más de como despreciamos lo invaluable, a cambio de polvo y sangre. Recuerdo el misterio de la construcción de la Macro plaza, cuando edificios increíbles, hermosos, llenos de historia fueron demolidos para poner una explanada sin sentido o uso alguno. Como se llevaron semanas para derrumbar el edificio de Salinas y Rocha. Primero intentaron con un bola de hierro gigante que apenas y marcaba las paredes y finalmente lo tuvieron que dinamitar no se cuantas veces. Pensaba yo que iban a poner alguna cosa fantástica, inimaginable en su lugar. Destruir algo tan hermoso y tan bien hecho, cuyos constructores pensaron ilusamente en siglos seguramente seria para construir algo digno de un faraón egipcio. 

Posiblemente hubo razones técnicas para la construcción y configuración de la Macro plaza, pero si nos remitimos a los hechos, el latrocino fue un motivador importante. A los dueños de las propiedades afectadas se les compenso en base a valores catastrales que nunca habían sido actualizados, en muchos casos desde el siglo XIX. Esto no se hizo por ignorancia o incompetencia, o incluso insensibilidad, sino con pleno dolo. En muchos casos el valor de la puerta, hecha de maderas preciosas, labrada a mano y con valor histórico, valía más que lo que se pago por la propiedad completa, eso sin mencionar herrajes y masonería. Sin embargo, se utilizo la fuerza pública para evitar que los legítimos dueños salvaran estos materiales que terminaron en su totalidad en el mercado negro. Propiedades aledañas terminaron en manos de Martínez Domínguez y su camarilla. El edificio Kalos basta como ejemplo. De hecho se estableció un modelo de latrocino que se sigue aplicando hasta hoy en día. Lo increíble no es el descaro del robo sino la pasividad y falta de solidaridad de la sociedad civil.

En Europa se valora al legado arquitectónico histórico, lo que da valor turístico de largo plazo, en verdad nadie va a viajar de China a comer elotes contaminados en la Macro plaza.

La arquitectura vernácula del noreste de México es una manifestación cultural muy peculiar y la arquitectura actual de la zona ha roto con su origen histórico. Hoy en día, la mayoría de los edificios catalogados como históricos, y que son construcciones representativas de la arquitectura vernácula, se encuentran en una situación de olvido. En parodia se mantienen fachadas para construir cantinas, o de plano se derrumban casas para poner un estacionamiento.

En México se estudia mucho la arquitectura de ciertas épocas de importancia histórica, siendo el centro y sur del país las regiones de las que se cuenta con mayor información. Este tipo de estudios es escaso en el norte. Los edificios antiguos de relevancia histórica de la región noreste son descritos y catalogados por el Instituto Nacional de Antropología y Historia (INAH), pero en definitiva carecen de una atención profunda para conocer su origen, su razón de ser.

En México los arquitectos generalmente no siguen la tradición vernácula, situación que se ve también afectada por la cada vez más presente globalización. Sin embargo, no podemos olvidar a los “arquitectos descalzos” ni a Barragán, excelentes ejemplos de la continuación o adaptación de lo vernáculo. Esta arquitectura vernácula se presente a lo largo de todo el país, en territorios con infinidad de variantes en cuanto a historia, cultura y factores fisiográficos.

La arquitectura del noreste del país resulta única debido a diferencias históricas con respecto a otras regiones. El noreste mexicano fue colonizado tardíamente en comparación con el resto del país, por esta región no prosperó el barroco y entre otras, ésta es una de las razones por las que los edificios no alcanzan el “esplendor adecuado”.

La arquitectura del noreste no surgió como una imposición de estilo oficial, fue dándose en respuesta al medio, los recursos y el aislamiento físico del centro de la Nueva España al que durante mucho tiempo estuvo sometida la región. El noreste histórica y geográficamente surge a fines del siglo XVI, como un proyecto peculiar en donde más que ambición había aventura y empeño de ser. El arraigo del sueño fueron 400 leguas cuadradas. El soñador: Luis Carvajal y de la Cueva.

En lo demográfico, los españoles deseaban conservar su pureza étnica; el pequeño número de inmigrantes españoles y sus descendientes provocaron una alta endogamia y la expansión de unas pocas familias en la extensa región del noreste.

Como ocupantes iniciales del territorio norestense se mencionaron a los chichimecas que presentaban un nivel cultural nómada que no aportó mucho a la arquitectura, más una vez establecidas las poblaciones españolas, con los frecuentes ataques que realizaron a ellas contribuyeron sin proponérselo en darle el carácter altamente defensivo que predominó en las construcciones norestenses. Los primeros colonizadores, en su mayoría gente que buscaba enriquecerse a como diera lugar, vieron en estos grupos nativos nada más que esclavos para vender o mano de obra, convirtiéndose la primera en la principal actividad lucrativa.

Es importante hacer notar que la variedad de tribus nómadas de la región, participaron muy escasamente en el mestizaje. La población del noreste se conforma a partir de los iniciales grupos de europeos y mestizos llegados en las primeras etapas de colonización. La colonización definitiva de Monterrey es realizada por vecinos de la ciudad que de Saltillo, incluyendo a Diego de Montemayor, que ya antes había sido habitante del Nuevo Reino de León.

A pesar de las diversas razones por la que se fundaron las poblaciones, prevalece en la mayoría una similar traza urbana que obedece a la tradición y los mandatos de la corona, como las ordenanzas de Felipe II. Los arquetipos de la arquitectura norestense permanecen a pesar del origen de la población, sin embargo, una constante en los asentamientos es que las casas más adornadas o lujosas son las que están alrededor de la plaza principal, y conforme se van alejando, menor es el ornato. Esto atiende a que los terrenos de los alrededores de la plaza eran considerados como los de mayor lujo y por tanto adquiridos por las familias de mayores recursos económicos.

Para entender la arquitectura pasada del noreste hay que partir de sus orígenes, que se encuentran obviamente en la arquitectura popular española; en ella encontramos muchos de los conceptos que se aplicaron en el noreste mexicano. Ante un medio ambiente similar en cuanto a clima y materiales disponibles, los recién llegados trasladaron sus tradiciones. Tanto en el noreste mexicano como en algunas regiones del sur de España podemos ver similitudes especialmente en las viviendas, tales como cubiertas planas, huecos de puertas y ventanas pequeñas para evitar la penetración del calor, edificaciones generalmente de una planta con áreas anexas como corrales para ganado, algún pequeño almacén o granero, zaguán, un patio al que se comunican todas las habitaciones, cocinas amplias, por ser concentradoras de actividad familiar y fogones en el exterior para evitar el calentamiento de la casa en los meses calurosos y en el patio siempre se encuentra un pozo de agua o aljibe.

Sin embargo, el noreste mexicano pasó por muchos difíciles periodos antes de su consolidación; como ejemplo está la trascripción que don Eugenio del Hoyo hace del testimonio de don Alonso de la Mota y Escobar quien visita el Nuevo Reino de León a principios del siglo XVII y describe la situación de Monterrey: amplios solares con jacales de bajareque, cubiertas de dos aguas de varejones y zacate, cada casa estaba formada por dos jacales que eran sala y cocina, la casa del gobernador era un torreón de adobe con almenas y aspilleras.

Los primeros asentamientos del Nuevo Santander se encontraban en condiciones similares, las viviendas también eran de bajareque, exceptuando las del gobernador, capitanes y misioneros pues la gente que acompañó a Escandón era en su mayoría de escasos recursos.

La arquitectura del norte es un fiel reflejo de la sociedad que la creó, enfrentada al aislamiento del centro de la Nueva España. Ese mismo aislamiento lo hizo tener
poco contacto con influencias artísticas, lo que provocó sobriedad en sus manifestaciones.


Además, se debe tomar en cuenta la mala economía que obligó al aprovechamiento máximo de los recursos materiales existentes. Los materiales y métodos constructivos del noreste se derivan de los materiales utilizados y éstos de los recursos disponibles en el lugar y la forma arquitectónica es una síntesis de ellos y de otros factores. La forma se explica por el clima y la necesidad de cubrirse, los materiales y la tecnología, y el lugar; también por cuestiones sociales que se relacionan con la economía, la defensa y la religión. Los materiales no determinan la forma por sí mismos, pues existen distintas formas realizadas con los mismos materiales. Tanto los materiales como técnicas de construcción elegidas influenciarán en la forma más no la determinarán, pues únicamente posibilitan formas que han sido seleccionadas sobre otras bases.

La arquitectura vernácula es un ejemplo de como la adaptación al medio físico, el deseo de cobijo y protección fue crucial en la forma y la expresión plástica, y la elección de materiales, como ya se mencionó, obedeció a lo que la naturaleza ofrecía. A pesar de la aridez de la mayor parte del territorio norestense, existen múltiples materiales que fueron y siguen siendo explotados en la construcción. En la conferencia “La vivienda rural en Nuevo León”, el Profesor Felipe de Jesús García Campuzano hace un recuento de los materiales y características de la misma:

  1. La vivienda rural es realizada con materiales de la zona, con conocimientos empíricos de construcción, sin influencias contaminantes.
  2. Los volúmenes primordialmente rectangulares y líneas rectas que dominan en la
    antigua arquitectura vernácula del noreste son reflejo de lo tratado en el párrafo
    anterior.
  3. Los primeros colonizadores tenían un legado cultural mediterráneo, la influencia
    indígena es mínima por la falta de construcciones anteriores a la colonización y se
    manifiesta sobre todo en los jacales.
  4. Los materiales más comúnmente utilizados son: varas, carrizos, barro, palma, adobe, sillar, cantera, piedra de rostro y troncos de madera.

Varas, carrizos, barro y palma se usan para construir jacales. Se fabrican llevando un armazón de troncos y varas gruesas, las paredes son de carrizos o varas y se cubren con palma, palmito, zacate, etc., según sea la flora local; generalmente tienen una puerta y no cuentan con ventanas.

Adobe se usa en casi todo Nuevo León, se encuentra en viviendas con techos de dos aguas y techos planos de terrado. Su uso estuvo muy extendido por la cercanía de la materia prima y lo económico de su elaboración. El adobe se seca al aire, agregándosele paja o estiércol.

Sillar, que se constituye el subsuelo de gran parte del estado, fue usado para construir desde viviendas hasta casas grandes de haciendas.

En los Ramones abunda la cantera (roca sedimentaria) de mayor consistencia que el sillar, se extrae de las riveras del río Pesquería; se uso en los municipios de Los Ramones, Los Herreras, China y Gral. Bravo.

Piedra de rostro es tan firme que no se puede labrar, pero se fragmentaba en forma cúbica o de lozas para la construcción. En Vallecillo e Higueras existen muchas construcciones con este material.

Ladrillo cocido es utilizado en lugares como el sur de Coahuila y Camargo, Tamaulipas, colocándolo en forma aparente para afirmar pretiles, pilastras esquineras, guardapolvos y
zaguanes.

Describiendo una casa de norestense desde sus cimientos, encontramos que éstos se hacían de piedra, de mayor grosor que el muro, prolongándose, con el nombre de rodapié, a una altura variable sobre el nivel del piso, dándole al edificio solidez visual y estructural, además de proteger contra la erosión provocada por agua.

Muros, ya sean de adobe, sillar o piedra tienen un espesor considerable, pues estos materiales pide estructuralmente paredes fuertes. Los techos de terrado se soportan mediante vigas o troncos y sobre éstos se encuentran tres distintas formas de soportarlo. El primero consiste en tabletas de madera conocidas como tejamanil, colocadas transversal o diagonalmente sobre la viguería; la segunda, llamada sotol, consiste en colocar carrizo transversalmente sobre el morillo (tronco); el tercero, es la colocación de tablas sobre las vigas, llamado entablerado.

El terrado es una capa de tierra inorgánica de espesor variable. Sobre ésta se colocaba un mortero de cal y arena, en un proceso llamado bruñido, que servía para evitar la filtración de agua y dar los declives para el escurrimiento de agua. Los desagües pluviales, son de dos tipos, las tradicionales gárgolas y los canales realizados en los muros, siendo esta última una característica única del noreste. Mediante vigas de madera, casi siempre de mezquite, se salvaban los claros de puertas y ventanas, otra forma consistía en utilizar una pieza como medio punto del material de construcción, ya sea cantera o sillar. El ya mencionado deseo de alejarse del calor, pero además del polvo, llevó a construir pocas ventanas, pueden ser pequeñas y altas, o tan grandes como puertas. Las puertas y ventanas se cubren con rejas de hierro o de madera. En una arquitectura casi carente de ornato, las rejas vienen a ser un elemento decorativo fundamental. Su carácter práctico se expresa en el sentido de seguridad que otorgan, separando fuertemente lo público de lo privado. Se fabrican de hierro y se agregan anudamientos de plomo que muestran el metal explotado en la región y contribuyen parcamente al ornamento.

Las puertas y ventanas se enmarcan utilizando molduras, cornisas, pilastras, montantes y medias muestras, éstas últimas hechas con el fin de enmarcar esquinas, límites o entradas en las fachadas de los edificios; también se utilizan remates, balaustradas e inscripciones de fechas, años e iniciales.

Los pretiles altos vendrán a ser una respuesta más al calor del noreste, con ellos se logra sombrear una mayor superficie de la cubierta, disminuyendo temperatura interior de los locales.

Los muros exteriores se recubren con un aplanado de arena y cal o barro. El acabado es rústico, liso, aborregado y combinaciones de ambos; aplanados con dibujos geométricos, motivos vegetales y otros, simulando aparejos de sillar o almohadillado.31 El acabado aborregado en las paredes es una manifestación del deseo de protección contra el clima, pues “quiebra los rayos solares disminuyendo la temperatura interior, incorpora juegos de luz y sombra en los paños donde se incluye”.

También se realizan decoraciones en alto relieve comúnmente en las jambas de puertas y ventanas que algunas veces se prolongaban hasta la cornisa. Las fachadas se pintaban con los recursos tanto naturales como animales que se obtenían de la zona, con colores azul, rojo óxido y rosa.

Los arquetipos antes mencionados se aplican en las distintas categorías de edificios. Sin embargo, edificios públicos, como iglesias y palacios municipales presentan un mayor ornato en sus fachadas.

Los aguerridos nativos del noreste tuvieron influencia en algunas características de los edificios norestenses. Los indígenas acostumbraban incendiar las cubiertas vegetales y trepar por los muros bajos, entonces se optó por techos de terrado, incremento de la altura de los muros y la eliminación del ornato que le facilitará a los nativos el trepar a las azoteas y entrar a las casas. Sin embargo, la falta de ornato es también reflejo de la búsqueda de austeridad de la arquitectura popular.

Elementos característicos de la arquitectura rural de la zona son las chimeneas, los hornos para cocer pan y las norias y aljibes, también comunes en los asentamientos urbanos.

Respecto al espacio arquitectónico, en el medio urbano son tres las formas existentes: tres crujías comunicadas entre sí alrededor de un patio; dos crujías en escuadra con las mismas características; y una crujía frontal hacia la calle, en línea e intercomunicada, con un patio en la parte posterior, siendo ésta última la forma más común. En el medio rural se observa generalmente un sólo cuarto, de medidas de alrededor de 5 X 6 m, y un área anexa que puede ser una ampliación de la casa o una bodega. La casa se coloca al centro del predio y éste se limita mediante árboles o cercas vegetales.

El agrupar en crujías los espacios cerrados para compactar la edificación lo más posible se debe a que de esta manera se logra tener mayor volumen y menor superficie expuesta al calor exterior, reduciendo la temperatura en el interior.

El sistema de crujías hizo necesaria la aparición de un elemento, el zaguán. Este cumple la función de comunicar al exterior directamente con el patio, con el fin de que permitir el libre paso de animales, carros y cosas de la casa.

El patio es un elemento vital para la casa norestense. “Es muy útil para solucionar el problema del calor seco y tiene implicaciones climáticas. Cuando tiene agua, plantas y sombra, actúa como pozo refrescante y modifica el micro clima disminuyendo la radiación y las temperaturas. El uso de plantas y agua en un patio también tiene efectos psicológicos mitigadores en las zonas de calor seco y proporciona un área exterior para vivir.”

En los patios de las casas tradicionales del noreste se sembraban árboles frondosos que ayudaran a mejorar el micro-clima. En la parte trasera de la casa existía otro patio o huerta en el que se sembraban productos para autoconsumo, esta área era ocupada también por corrales y chiqueros.

La arquitectura sencilla del noreste es reflejo de lo sencillo de la vida de sus pobladores. Tanto la casa como el mobiliario norestense cuentan con características comunes, la sencillez, la severidad y el vigor.

La vida dentro de la casa, giraba en torno a un área principal: la cocina, pues ésta resultaba el principal punto de reunión e intercambio familiar. Generalmente contaba con dos mesas, una para preparar los alimentos y otra para comer; el trastero es de gran importancia en la cocina y su uso ha perdurado, en él se guardan la loza en la parte superior, la cuchillería en los cajones intermedios y alimentos en parte inferior. La sala tenía rinconeras, sillas y sillones, en ella se recibía a las visitas, y para realizar labores domésticas como rezar, bordar y quebrar nueces; la puerta se mantenía abierta y daba hacía la calle, de esta forma se podía tener acceso a las novedades proporcionadas por la gente que pasaba por la calle. En las recámaras el mobiliario era más numeroso. La cama era el mueble principal, bajo ella se colocaba el bacín, también existía la percha en donde se colocaba la ropa de cama. El lavado es un mueble que todavía se utiliza en algunos poblados, se compone de dos superficies horizontales, en la superior se colocaba el lavamanos y en la inferior la jarra de agua.

En algunas regiones del noreste la arquitectura vernácula existe al lado de construcciones de concreto. No sólo el mobiliario permanece, en algunos casos incluso las formas, sólo elaboradas con distinto material. El carácter intemporal de la arquitectura vernácula es constatado hoy en día, pero su pérdida de protagonista en el hábitat actual se debe a cuestiones de múltiple índole.

Si atendemos a la historia, nos damos cuenta que poco a poco las influencias de estilo fueron llegando a una región que por tanto tiempo permaneció aislada. Para las grandes ciudades del noreste, Saltillo, Monterrey, Nuevo Laredo, Matamoros y Tampico, la apertura de nuevas vías de comunicación, específicamente del ferrocarril en la segunda mitad del siglo XIX, es determinante para lograr un intercambio de lenguajes artísticos. Para el arquitecto Hugo Altamirano la arquitectura norteña se reafirmó durante el siglo XIX, sin embargo, en ese mismo siglo van apareciendo construcciones que paulatinamente van rompiendo la preestablecida imagen urbana y para fines del siglo XIX y principios del XX, aparecen las influencias del neoclásico y el afrancesamiento producto del porfiriato. Finalmente, para él la severidad formal del noreste se elimina bajo la aparición, en 1925, del estilo colonial californiano y más tarde del modernismo.

La arquitectura fue tambien un protagonista importante en la invación de Monterrey en 1846. Las calles de la entonces pequeña ciudad de Monterrey de 13,500 habitantes fueron testigos de la lucha por la defensa de la ciudad por parte de los regiomontanos quienes en sus casas se resguardaban. Mujeres y niños, llenos de terror, eran testigos obligados de esta batalla de Monterrey en aquel Septiembre de 1846; no entendían porque eran atacados en su propia ciudad por extranjeros que hablaban un lenguaje distinto. El primer día de luchas se escenifico rumbo al oriente, en el barrio de las Tenerias. Al penetrar el ejercito Norteamericano, las casas fueron una fortaleza y desde los techos y los fortines los defensores causaron innumerables bajas al invasor. Para el segundo día los gringos ya habían aprendido la lección y al penetrar la ciudad  lo hicieron a través de los muros de  blandos bloques de sillar que eran facilmente horadados. Al final del tercer día las luchas llegaron cerca de la plaza mayor, actual plaza Zaragoza, donde ocurrieron muchos rasgos de heroísmo como los de la Heroína de Monterrey María Josefa Zozaya.

Ahora que muchas de las casas de este histórico barrio antiguo se encuentran en peligro de desaparecer por la falta de sensibilidad de las autoridades del Estado y los dueños de estas antiguas casas, el INAH de Nuevo Leon hace lo posible porque se conserven estas casas pero hace falta que las autoridades de Nuevo Leon y Monterrey apoyen e incentiven a los dueños para que las embellezcan y conserven. Asimismo que los cronistas e historiadores Neoleoneses busquen conservar la memoria perdida de la hisoria del Estado de Nuevo León.

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